Hace 33 años, la noche del 21 de marzo de 1980, el padre Luis Espinal Camps fue secuestrado por paramilitares, quienes lo torturaron hasta asesinarlo.

Su muerte fue planificada y perpetrada por el presidente de facto Luis García Meza, en coordinación con Luis Arce Gómez y Guillermo Moscoso.

Fueron sus posturas contrarias a las dictaduras y su apoyo a los movimientos mineros los que le produjeron enemistades con los gobiernos dictatoriales, que cumplieron su promesa de vengarse de él cuando lo mandaron a asesinar.

Luis Espinal Camps fue periodista, cineasta y religioso jesuita.Quienes lo conocieron todavía recuerdan con dolor su horrendo asesinato. “Fue asesinado criminalmente y conculcado en sus derechos humanos”, rememoró con tristeza la presidenta de la Asamblea de Derechos Humanos de La Paz, Teresa Zubieta.

La activista, que tuvo la satisfacción de conocer en persona a Lucho Espinal —como le decían de cariño quienes lo conocían—, recordó la crueldad del agravio dictatorial. “La venganza fue apuñalarlo, torturarlo y fusilarlo con 14 balas, encontradas en su cuerpo”, dijo.

Luis Espinal Camps fue periodista, cineasta y religioso jesuita. Nació en Barcelona, España, en 1932.

El 6 de agosto de 1968 llegó a Bolivia para cumplir con sus votos sacerdotales, su sensibilidad humana y social llegó a identificarlo de una manera tan profunda con nuestro país que se nacionalizó como boliviano en 1970, un año antes del golpe militar de Hugo Banzer Suárez.

Luis Espinal Camps: Periodista crítico

En 1964 estudió periodismo audiovisual. Después de terminar sus estudios trabajó en la Televisión Española en un ambiente de censura impuesto por el gobierno de Franco, hecho que le impulsó a renunciar.

Sus conocimientos en comunicación sumados a su calidad humana y social fueron la base para impulsar un trabajo que reflejó una profunda convicción de justicia social a través de sus programas de radio, cine, televisión y prensa, en los que se denunciaba la injusticia social, los abusos de la dictadura, del sistema; la lucha de los sectores sociales por espacios de libertad, igualdad y justicia.

En 1973, cuando trabajó en radio Fides, en un editorial, Espinal se refirió a los nuevos cardenales como “el senado más viejo y decrépito del mundo”, hecho que motivó un llamado de atención del Nuncio Apostólico, del cual no se retractó, y renunció.

En Televisión Boliviana tenía un programa titulado En carne viva, en uno de ellos realizó una entrevista con miembros del Ejército de Liberación Nacional, hecho que no agradó a los que ostentaban el poder.

Del desaparecido matutino Presencia fue despedido por expresar una crítica en su columna cinematográfica, en la que el cura protagonista de un filme estaba más cerca del poder que del pueblo.

En la Universidad Mayor de San Andrés, como catedrático, transmitió no sólo conocimientos, sino su calidad humana; formó parte del grupo Ukamau, produjo varios cortometrajes, escribió una docena de libros en la que plasmó sus enseñanzas.

En 1979, Espinal fundó el semanario Aquí, un periódico contestatario que reflejaba la opinión de los diversos sectores sociales, sus páginas expresaban en son de denuncia los bajos niveles económicos de las y los trabajadores; testimonios de hombres y mujeres que apagaban su vida poco a poco sin haber comido un buen plato de comida o haber recibido atención médica para su salud, sin el privilegio de pisar una escuela y haber aprendido a leer la página de un periódico cualquiera.

Las ediciones del semanario Aquí eran un campanazo de denuncias semana tras semana sobre el abuso y corrupción de los gobiernos de turno y el mal manejo en la administración del Estado.

Luis Espinal Camps: Defensor de los DDHH

En 1976, Lucho fue cofundador de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia, en la última etapa de la dictadura de Hugo Banzer.

Su compromiso con la defensa de los derechos humanos se evidenció aún más cuando en 1977 se unió a uno de los piquetes de la masiva huelga de hambre, instalado en el matutino Presencia, para exigir amnistía general para los exiliados políticos, vigencia de las organizaciones sindicales y el retiro del Ejército de los centros mineros, junto con Domitila Chungara, Xavier Albó y otros. La medida fue iniciada por cuatro amas de casa mineras: Aurora de Lora, Luzmila de Pimentel, Nelly Paniagua y Angélica de Flores.

Esta ansia de justicia se extendió a más de 2 mil piquetes de huelga, 528 horas de lucha del pueblo boliviano, que marcaron la vida política de Luis, quien el 31 de diciembre de 1977 dijo: “Para enmarcar mi experiencia política durante estos días he de aclarar dos hechos: primero, mi condición de intelectual pequeño burgués, que de pronto se siente plenamente inmerso en una experiencia histórica, plenamente popular y revolucionaria. Tal vez, por primera vez, he sido útil para mi pueblo. Segundo, mi condición de boliviano (siempre atacado por el Gobierno como extranjero indeseable), que se encuentra aceptado por el pueblo; morir por un pueblo puede dar más carta de ciudadanía que nacer en un pueblo”.

Palabras que se perpetúan en los corazones del pueblo que tanto amó y que lloró su muerte después de haberlo visto como un hombre valiente que realizó una serie de denuncias en contra de la injusticia y la violación de derechos humanos.

“Él era un sacerdote coherente, amigo y revolucionario”, expresó el sacerdote jesuita Xavier Albó, entrañable amigo que acompañó a Lucho no sólo en la gran huelga de 1977, sino casi todos los días, quien reveló a Cambio que de haber participado en su funeral se habría despedido de él diciéndole: “Adiós querido amigo, ya nos encontraremos”. (Cambio)