16 abr.- El trágico destino del Titanic se convirtió en una obsesión para la Marina de Estados Unidos. Por ello, en la década de los 60, en plena Guerra Fría, envió dos submarinos nucleares a localizar el lugar exacto donde se había hundido en famoso transatlántico. No obstante, los submarinos también sufrieron lo que algunos pesimistas teóricos de la conspiración llaman “la maldición del Titanic” y naufragaron.

El vicealmirante estadounidense retirado Nils Thunman, ex jefe de Operaciones Navales para la Guerra Submarina del Pentágono, explicó a National Geographic cómo el Gobierno se contactó con el explorador Robert Ballard para que ayudara a encontrar el Titanic y de paso conocer qué había pasado exactamente con los submarinos USS Scorpion y USS Thresher.

“Yo pensé que aquel joven entusiasta no tenía ninguna oportunidad, que era una idea loca, pero le dije que la Marina y él nos podíamos ayudar ”.

Así empezó una de las misiones secretas más alucinantes que puedan imaginarse, digna de la más aventurera película de espías: un pacto entre Ballard y la fuerza naval estadounidense. Por este acuerdo, el explorador recibiría apoyo y financiación para su búsqueda a cambio de que, usando la misión del Titanic de tapadera, investigara como primer objetivo las tumbas bajo el Atlántico de los submarinos nucleares Scorpion y Thresher, avanzados y silenciosos depredadores perdidos en los años 60, en plena guerra fría.

“Queríamos saber exactamente por qué se habían hundido, y estábamos preocupados por el estado de sus reactores, por si había fuga radiactiva”, recuerda el vicealmirante. “También nos interesaba ver si alguien, especialmente los soviéticos, los habían visitado”. La preocupación era natural. El Scorpion se fue al fondo con dos torpedos con cabeza nuclear, un sabroso botín para los rusos, agrega el diario español El País en un informe.

Ballard y los submarinos

El acuerdo, que parece un extravagante cruce entre las películas Titanic y La caza del Octubre Rojo, se selló en 1982.

Ballard se hizo a la mar y estudió con su avanzada tecnología -pagada en buena parte por la Marina- ambos sumergibles, descubriendo datos valiosísimos para el Pentágono. Sólo después, en 1985, cumplida su parte del trato, siguió adelante y localizó el Titanic. Antes, sin embargo, Robert Ballard cumplió su palabra a conciencia.

En julio de 1984, Ballard hizo bajar a su robot Argos a dos kilómetros y medio de profundidad bajo el mar. Lo que encontró fue “una carnicería, como si alguien hubiera agarrado un juguete y lo hubiese metido en una trituradora”. Los restos estaban esparcidos en una línea de dos kilómetros, según habían ido cayendo desde la implosión. Ballard halló el reactor y comprobó que no había fuga radiactiva.

La siguiente exploración, en el Scorpion a 3.350 metros de profundidad, tuvo más morbo, porque ese submarino desapareció sin testigos. Llevaba armamento nuclear y había estado involucrado en operaciones muy agresivas. Se ha especulado con que lo hubieran atacado con un torpedo los soviéticos, en represalia por el hundimiento de su sumergible K-129, que se fue a pique tras una supuesta colisión con el barco USS Swordfish.

Robert Ballard llegó al Scorpion en julio de 1985 y encontró una escena similar a la del Thresher, pero no encontró evidencia de un ataque de torpedo.

La CIA y en Pentágono decidieron clasificar los archivos y callar hasta hoy el desastre.

Fuente: paginasiete