25 ene.- Un mundo de ritualidad y misticismo se instala el 24 de enero de cada año en La Paz. Se trata de la fiesta ritual que comenzó en la época precolombina con la celebración de la ch’alasita, un rito agrícola relacionado con la fertilidad y la época de cosecha.

El Ekeko, en este contexto, es la deidad andina que auspicia los favores que piden los creyentes durante la celebración de la festividad.

El Ekeko, wak'a del Vivir BienDe acuerdo con la cosmovisión andina, el diosecillo de la Abundancia, denominado originalmente Iqiqu, es el ajayu del Vivir Bien, ya que representa la existencia vital.

Según el jefe de Antropología del Viceministerio de Descolonización, dependiente del Ministerio de Culturas, Cancio Mamani, la deidad simboliza el líquido vital, que es el agua.

Aunque con el paso de los años, el rito ancestral adoptó el nombre de Alasita, historiadores y antropólogos aseguran que la celebración se inicia originalmente junto con la época de lluvias, el 30 de noviembre.

A ello se debe que en los pueblos, hasta hoy, se realicen celebraciones en honor del retorno de la época de la lluvia.

“El agua es vida, salud, fertilidad, producción, tecnología y abundancia, por eso al Iqiqu se le dice wak’a de la riqueza integral”, afirmó el antropólogo a Cambio antes de explicar que esta deidad trae consigo salud física, espiritual, intelectual y ambiental.

De acuerdo con datos brindados por la colliri amauta Eulalia Huanacuni, “el Iqiqu está compuesto por fuerzas telúricas y cósmicas femeninas y masculinas, y representa a la Pachamama, que es la existencia vital”.

Es en ese marco que el Ekeko es considerado como un ser que provee fertilidad, abundancia y dicha durante todo el tiempo de la fertilidad.

“Para nuestra concepción —dice el antropólogo— todo ser está compuesto de dos fuerzas: la material y la espiritual”. En ese entendido, afirmó, “el Iqiqu o Ekeko es la fuerza espiritual o ajayu del Vivir Bien”.

Cabe mencionar que el paradigma del Vivir Bien es la propuesta de vida que Bolivia plantea para solucionar la crisis global, basada en el autodespertar de la memoria histórica, que retumba en el presente a través de las voces de nuestros ancestros para recuperar el sentido de pertenencia con la pacha.

El Vivir Bien es uno de los valores que se reafirmaron el 21 de diciembre del año pasado durante el acto presidido por el presidente Evo Morales en la Isla del Sol, donde los pueblos rearticularon la esencia del paradigma heredado de los antepasados.

El Ekeko, de acuerdo con el investigador Juan Manuel Miranda, “es un amuleto que surge en la cultura tiwanacota.

Entre sus características esenciales, Mamani destaca: “Es chiquito, gordito y con cabeza grande, que tiene una serie de símbolos”.

Se dice que en épocas de sequía en su espalda cargaba los tampus de acopio de alimentos como maíz, ch’uñu, tunta y caya, entre otros productos típicos de la región andina.

Trascendencia histórica

Aunque durante la época de la Colonia el ritual se siguió practicando de forma clandestina, en el siglo XVIII, después del cerco de Túpac Katari, esta práctica se instauró como una celebración religiosa que se conmemora cada 24 de enero en honor de la Virgen de Nuestra Señora de La Paz.

Según el historiador Jesús Llusco, la festividad fue aceptada por la colonia española que vivía en la ciudad de La Paz desde que la deidad proveyó de alimentos al español Sebastián Segurola y a su familia durante el cerco protagonizado por los indígenas sublevados.

En un inicio, el ritual estaba caracterizado por el intercambio y consagración de illas (figuras que eran expuestas al sol para ser multiplicadas).

De acuerdo con el historiador Fernando Cajías, estas illas o “amuletos son activados por el dios de la abundancia: el Ekeko”.

En la actualidad, el significado global que encierra esta costumbre de origen paceño es “la fortuna y los buenos augurios para el pueblo”.

Quizá la definición contemporánea más atinada es la de Cajías, quien califica a la Alasita como “la fiesta de las miniaturas y de los deseos”.

Para Cajías, la tradición que se inició ayer “es la festividad de la fertilidad y de la abundancia, donde los creyentes compran las illas o los amuletos con la fe de que sus deseos se hagan realidad”.

Alasita: mundo de las miniaturas y los deseos

“Perdí mi casa en el megadeslizamiento, este año quiero comprarme otro terreno, por eso me compré un terrenito amurallado para que se haga realidad mi deseo”, relató Florencia Nina cuando hacía fila para hacer bendecir sus miniaturas con un yatiri en el Campo Ferial de La Paz.

Cuando el reloj estuvo a punto de marcar las 12.00 de ayer, cientos de creyentes se congregaron alrededor de amautas y yatiris (guías espirituales andinos) para hacer bendecir sus billetitos y otros insumos en miniatura

A través de ellos, decenas de personas albergan la esperanza de hacer realidad sus sueños y deseos.

Unos adquieren dinerito, otros prefieren el sapito de la fertilidad, los huayrurus, el gallo, la gallina, el chanchito o la ollita de la fortuna.

Cada uno de estos insumos se constituye en amuletos que hacen realidad los deseos, pues encierran en sí mismos una curiosa simbología que se transmite de generación en generación, de padres a hijos.

Por ejemplo, el sapo es considerado un ser mágico que simboliza la fertilidad y trae consigo la abundancia. En la cultura tiwanacota, el sapo era considerado un ser que llama a la lluvia para fertilizar la tierra.

Los huayrurus, entretanto, son una especie de semillas que sirven para unir a las parejas y traer bienestar a la relación amorosa. Sus dos colores, rojo y negro, simbolizan la diferencia de los sexos. Mientras que las semillas color rojo representan al hombre, las de rojo y negro a la mujer.

Otro de los insumos más requeridos en la peculiar feria es el gallo y la gallina, que representan el anhelo de algunas personas de conseguir una pareja o un noviazgo.

La ollita de la fortuna, aunque es de reciente data, emulas tradiciones de Europa, donde acostumbraban guardar las monedas de oro en ollas o cántaros que eran enterrados bajo la tierra. En ese marco, los artesanos han reproducido el objeto con el propósito de que nunca falte dinero en la casa.

No pasan de moda las ch’uspitas con dinero, los terrenitos, las casitas, los títulos de propiedad, títulos en provisión nacional de distintas carreras a nivel licenciatura, además de certificados de matrimonio, entre una amplia variedad de novedades.

De acuerdo con el antropólogo Cancio Mamani, en apego a la tradición ancestral, estos amuletos tienen mayor efectividad cuando son obsequiados al interesado por otra persona.

“La Alasita es una fiesta de las miniaturas y de los deseos”, definió el historiador Fernando Cajías en una entrevista brindada a Cambio.

Según el testimonio de los propios ciudadanos, la bendición de la deidad —a través de los yatiris— permite que los productos adquiridos en la feria se hagan realidad.

La Alasita dejó de ser una costumbre indígena y se convirtió en una tradición urbana, donde predomina la compra-venta de miniaturas en vez del intercambio, acompañada de los sahumerios en el mediodía del 24 de enero.(Cambio)