La Paz, 9 sep.- El reloj marca las 10.15 en el Templete de Kalasasaya, localidad de Tiwanaku, y en sus alrededores 4 mil personas observan la primera ceremonia ancestral que unió en matrimonio andino al vicepresidente Álvaro García Linera y la presentadora de televisión Claudia Fernández.

Los cálidos rayos de sol inundan la zona arqueológica y un ejército de periodistas transmite al mundo entero el enlace matrimonial andino mientras los invitados, entre ellos autoridades de Gobierno, diplomáticos y personajes internacionales, se acomodaban en las sillas blancas con vista a la Puerta de la Luna para apreciar el ritual a cargo de más 30 amautas (sabios espirituales).

Un anciano amauta se abre paso, en medio de los invitados, y sube rápidamente al altar, donde se encuentran sus demás compañeros que presidirán (todos en pareja) la ceremonia. Con su traje rojo de aspecto típico, Marcial (amauta) prepara la mesa de ofrenda a la Pachamama, símbolo de limpieza y purificación al espacio que unirá a la pareja.

A lo lejos, una voz que retumba el templete más antiguo sale de unos parlantes gigantes y anuncia la entrada del novio, vestido con un elegante traje negro con franjas de tejido de aguayo. Después de algunos minutos de espera, recibe emocionado a su esposa, Claudia Fernández, quien ingresa acompañada de sus padres.

Como si el mundo se hubiese paralizado, Marcial y miles de ojos contemplan el ingreso de la novia, quien luce un elegante vestido largo de color blanco y una faja de aguayo en la parte de la cintura confeccionados por un diseñador italiano.

Según la cosmovisión andina, la faja sobre el ombligo representa el equilibrio en la mujer para comenzar cualquier etapa de su vida.

Ambos novios ingresaron en medio del sonido de bombos, pututus y la presencia permanente de los yatiris y amautas en los seis pasos donde la pareja debía recibir la energía de los cuatro elementos: tierra, aire, fuego y viento.

En medio del ritual, los guías espirituales les colocan en el cuello un lazo de cuerda elaborada de cuero de llamita, que representa que nunca más deben separarse y cualquier decisión debe tomarse en pareja, como si fueran una sola persona.

Con recipientes e intenso aroma a incienso, los sabios piden permiso a las deidades andinas para realizar la ceremonia. Los invitados —a lo lejos— se ponen de pie en señal de respeto y esperan en silencio el desarrollo de la boda, que duró cerca de dos horas.

En otro espacio, los novios reciben el agua que recogieron de un río. “Tienen que venir siempre con un solo corazón, y si es así, nosotros les apoyaremos. La Madre Tierra, el Padre Sol, el Cosmos, todas las fuerzas naturales los unirán para que nunca se separen, y aunque quieran hacerlo, siempre estarán juntos”, les dice uno de los principales amautas a los novios mientras se preparan para beber el agua.

En tanto, el sol altiplánico abrasa la piel de Claudia y Álvaro, los sabios aymaras los unen simbólicamente con símbolos andinos.

“Han tomado el agua de dos ríos que confluyen, así unirán sus vidas para siempre”, les dice uno de los amautas que luego les entrega semillas para que siembren en su nueva vida todas las bienaventuranzas. “Ojos claros, ése es tu nombre aymara”, le dice una de las ancianas a Claudia y le da la bienvenida a la nueva comunidad del pueblo ancestral del templo.

!Jallalla! (que vivan) los novios, se escuchaba mientras los novios hacían su paso por el lugar. Posteriormente, la pareja dio un paseo en una balsa de totora en la laguna Verde en medio de la interpretación de tonadas de un grupo autóctono de la provincia Camacho.

Sentados en la balsa de totora, dirigida por un elegante comunario, los recién casados posan para las fotos.

Mientras tanto, en la plaza principal de la población de Tiwanaku, otros familiares e invitados los esperaban.

Minutos después, la Banda Imperial da la bienvenida a los novios, quienes llegan junto con el presidente Evo Morales, sus padrinos y otras autoridades en medio de un fuerte resguardo policial.

La banda toca un huayño y Álvaro García Linera y Claudia Fernández bailan para iniciar el festejo.

En cada esquina de la plaza había platos de barro que tenían grabadas las iniciales de los nombres de los novios, en los que se sirvieron el esperado ají de fideo.

En otro sector se encuentran dos tortas elaboradas con productos andinos como la quinua y harina de hoja de coca.

La fiesta intercultural se destacó no sólo por la música, que se alternó entre folklórica, autóctona y popular, sino por la variedad de tortas, al margen de la principal.

Álvaro y Claudia en matrimonio andino