28 may.- Aún no se tienen certezas, acerca del origen de la realización de la “Fiesta de la Mamita Asunta” o también la: “Fiesta del 15”, que así se lo conocía en el pasado. Contemporáneamente, cambio su razón social, sustentada en la Leyenda “Aparición de la Virgen”. Actualmente, se la tiene como: Fiesta de Urkupiña”.

Pese a los cambios de denominativos, la celebración siempre ocurría cada 15 de agosto (ni antes, ni después), inclusive en circunstancias de adversidades nacionales, como fueron las contiendas bélicas: la Guerra del Pacífico, la Guerra del Chaco; además de los conflictos sociales contemporáneos: la Guerra del Agua, la pandemia del COVID 19 y otros. Eventos que sacudieron las estructuras medulares del país, pero la evocación a la Virgen de Urkupiña, quedó incólume e invulnerable, es decir, siguió adelante. 

Virgen de Urkupiña

Obviamente, la pregunta arremete: ¿por qué se dio la fiesta?; llanamente porque, ahora, ayer y siempre, será y es un acontecimiento eminentemente religioso, por tanto, reduce o neutraliza cualquier otro vestigio, que tantee su alteración.

Indicios con tintes de evidencias, dan fe que, el 15 de agosto de1760, registró su ocurrencia (que no fue la primera), es decir, que la celebración anual, como una manifestación religiosa, dataría de esa ocasión o mucho más antes. Si se toma como referencia preliminar esa fecha, la festividad se aproximaría a su tricentenario, y de manera ininterrumpida. 

Conviene señalar también, hasta principios de la década de los años 50 del siglo anterior, la fiesta de la Mamita de Asunta, se realizaba esencialmente con presencia de pobladores, que asistían de las alturas de la cordillera, y de otros sitios remotos. 

Significó que, los primeros feligreses y devotos del suceso religioso del 15 de agosto, fueron los comunarios de las serranías, y muy poca presencia social urbana quillacolleña, para este acontecimiento piadoso.

Ellos, llegaban y se concentraban, frente al Atrio del Templo de San Ildefonso el 14 en la noche, y con fogatas encendidas, rendían sus pleitesías y reverencias a la figura celestial, al siguiente día, aguardaban la Misa de Fiesta, y la respectiva Procesión. La presencia nativa se enmarcaba en los preceptos religiosos. Una vez concluida las ceremonias, y al son de sus instrumentos musicales y canticos, emprendían su retorno, y así sucesivamente ocurría a través de los años, y a través de los siglos, en cuyo desarrollo piadoso, no se advertían atisbos de objeciones.  

Se debe poner de relieve que este evento por su naturaleza y características intrínsecas devocionales y místicos, es esencialmente religiosa, por ello, siempre, pero siempre se realizó en la fecha oficial, el 15 de agosto. No obstante, los hechos o circunstancias colaterales que acecharon su ocurrencia, la Fiesta de la Virgen de Urkupiña, se sobrepuso a esas eventualidades y vacilaciones.

A mediados del anterior siglo, se advirtió algunos cambios. La aparición de agrupaciones folklóricas, que se las conoció como fraternidades y junto a ellos, una tímida presencia de comerciantes. 

La evolución acelerada, dejó de lado las prácticas del pasado “autóctono” y, no obstante, esas nuevas características asumidas, la fecha siempre fue inamovible, es decir, el 15 de agosto.

Probablemente, la mayor contingencia que puso en duda, su realización en la tradicional fecha, fueron los años 2020 y 2021, atribuido al flagelo mundial de la pandemia del Covid 19, sin embargo, y en atención a su origen y naturaleza religiosa, la festividad se realizó en las fechas centenarias, o sea el 15 de agosto, aunque en estas ocasiones, se prescindió de los bailarines y de los comerciantes. Es decir que, en esas dos versiones, retomó su auténtica expresión religiosa, y que se impuso con solvente autoridad

Esa nueva “manifestación”, evidenció que la presencia de estos dos factores (bailarines y comerciantes), no son imprescindibles, para la realización de la fiesta del 15 de agosto.

A la fecha, el acontecimiento político anunciado para un par de días posterior al 15 (elecciones nacionales), no debe ser objeción. Las prácticas paganas, folkloristas, comerciantes y ahora políticas, no forman parte de la “estructura” festiva religiosa, sólo son factores adscritos.

Consecuentemente, no hay justificaciones válidas y contundentes para modificar la fecha, por tanto, tendría que repetirse, como se hizo también ante los azotes sanitarios citados.

CAMBIO DE FECHA, NO

Se presume que, los acuerdos antitradicionales y al margen a los que manda el santoral, los encargados de la organización de la Festividad de Urkupiña, relegaron esta intrínseca peculiaridad, y se dejaron cautivar por esos factores (principalmente comerciales), que obviamente, y cada vez más, tienden a desvirtuar la manifestación religiosa.

Un testigo presencial y participante de muy cerca de la Festividad, y desde hace más de 7 décadas, reveló que esa fecha siempre se respetó, y no hubo argumento alguno, por muy contundente que sea, para modificarlo.

De la infecunda y estéril Comisión Interinstitucional; responsable de la preparación festiva, se destaca el cuestionado actuar del “Equipo Sacerdotal” de Quillacollo, de cuyo rol se colige, que dejaron al libre albedrío de los otros eventuales componentes de esa Comisión, la imposición de sus particulares propósitos, en lugar de hacer prevalecer a ultranza el carácter festivo, se reitera eminentemente, religioso  

Probablemente, los representantes de la iglesia local, se hayan alineado también, al criterio mercantil que avizora la festividad, por corrientes que “utilizan” la imagen celestial, para sus propios intereses.

La Comisión Interinstitucional, por su actuar en más de 20 años, concibe a la Festividad de Urkupiña, como un “enorme preste”, y en ella acentúan su interés principal: los beneficios económicos que acarrea, por lo que, de manera recurrente, relegan su real representación de la celebración.

La Festividad de Urkupiña, ya no es la fiesta del “15”; es un fenómeno social que rebasó nuestras fronteras. A la fecha, es la única muestra religiosa boliviana, que de manera simultánea se reproduce en infinidad de ciudades y países del mundo. Su magnitud y su arrollador carácter envolvente, no encuentran espacios de comprensión en los miembros de la citada Comisión, de quienes se entienden sus manifiestas limitaciones, pero no se justifican sus acciones 

El “Equipo Sacerdotal”, al parecer no asumió plenamente el mandato institucional en esta Festividad. Se tiene certezas, inclusive, de un alejamiento notorio de su labor pastoral en el municipio local, y ante esta inercia, las corrientes protestantes, exploran y explotan los contextos apropiados, y aprovecharlos óptimamente.

Resultaría saludable que el Arzobispado de Cochabamba, asuma un menudo monitoreo a las labores pastorales del “Equipo Sacerdotal” de Quillacollo, y talvez, proceder a un giro, inclusive de orden religiosa. Una remoción siempre es beneficioso y saludable.

De procederse el reemplazo, con seguridad, la fe, la devoción y una fiel feligresía local y regional, fortalecería y renovaría su “relación” con la Iglesia y con la Virgen, que con urgencia se requiere en estos tiempos de crisis sociales y económicas, y hasta de espiritualidades. 

Concretamente, urge una reingeniería a la labor pastoral del “equipo sacerdotal” de Quillacollo, con ello, se conseguiría la restitución de la real esencia religiosa de la fiesta del 15 de agosto. Los otros factores colaterales, seguirían con sus prácticas, pero dentro los marcos establecidos por la Iglesia Católica, además reforzada, por la Ley de la República Nº 2536, del 24 de octubre de 2003, que recogió ese su propósito central: “preservar las tradiciones, costumbres … y el espíritu religioso”.

La Fiesta de Urkupiña” del 15 de agosto, tiene que ser el 15 de agosto, no antes ni después, punto.

Por: Johnny Fernández Rojas (Periodista y gestor cultural)