El Alto, 19 mar.- Como una intención en construcción, es la que podría ser considerada la realización de la Primera Feria Internacional del Libro de la Ciudad de El Alto (FILEA), pero definitivamente, no como una sustantiva contribución a la cultura, a la promoción de los escritores locales y menos aún, al incentivo al foro de la intelectualidad alteña.  

Probablemente, los que concibieron la idea dijeron: “extenderemos la experiencia paceña a la alteña”, sin embargo, el asesoramiento estuvo teñido de desaciertos y la Cámara Departamental del Libro, no atinó en sus propósitos. Causales para los traspiés percibidos.

La Feria del Libro tuvo muchas incomodidades en sus espacios físicos, catalogada pésima la organización 

Se evidenció pifias de organización y realización de la misma. Corresponde citar algunas:

Inicialmente, en el programa impreso que puso en circulación la Cámara, se observó a “escritores alteños”, galería que provocó muy poca grata sorpresa en el ámbito de la producción bibliográfica local.  Un autor alteño, que cuenta con varias decenas de títulos, otros que superaron la decena y el grueso de los escritores, produjeron entre 5 a 10 títulos, pero ninguno de ellos, fueron contemplados en esa relación, si bien los que figuran, tienen el mérito ganado, los otros también deberían asignárselos.  El asesoramiento o coordinación falló.

La Sociedad de Boliviana de Escritores-El Alto, al igual que las asociaciones de libreros de esa ciudad, la Sociedad de Escritores de Bolivia-La Paz, no aparecieron; mientras que la remozada Sociedad de Escritores de Bolivia, se presentó muy disminuida. El asesoramiento o coordinación falló.

El público al que estuvo dirigido la FILEA, principalmente era la ciudadanía alteña. Esta seguramente se dio cita, de manera apresurada y esperanzada, en encontrar abundante bibliografía alteña, conocer a sus autores coterráneos, dialogar con ellos, intercambiar experiencias y otros, sin embargo, se frustró. Con relación a la producción editorial alteña, se estima que bordean las tres centenas, producidos por casi un centenar de escritores alteños. En la FILEA, los libros alteños dispersos unos, y hasta subrepticios otros, acicateaban a los visitantes. El asesoramiento o coordinación falló.

Los escritores y gestores culturales alteños que se aproximaron oportunamente a la Cámara del Libro, para solicitar su participación, no contaron con la apertura esperada. Uno de ellos, ni siquiera fue merecedor de una respuesta a su solicitud de un espacio para la presentación de su libro, por ello, recurrió a una plaza alteña, para ese objetivo; a su turno, la Comunidad de Estudios de la Ciudad de El Alto (CERCO), agrupación que pretende aglutinar a los intelectuales alteños, optó por no participar con los dos coloquios académicos previstos, debido a que los ejecutivos de la Cámara, les cercenaron su participación, al que calificaron de “maltrato”. El asesoramiento o coordinación falló.

Los escritores independientes que se atrevieron a enfrentarse y vencer esas dificultades, estuvieron allí. Al principio fueron divisados, casi prácticamente al margen de la Feria, es decir, en el segundo o tercer nivel de la Terminal, pero después reclamos por medio, los reubicaron. El asesoramiento o coordinación falló.

Las incomodidades en la distribución de los espacios físicos para la mayoría de los expositores, con seguridad se constituyeron en la característica de la FILEA, no obstante, disponer de opciones para una apropiada presentación y representación. La enorme, amplia y moderna infraestructura de la Terminal Metropolitana, aguardó su uso pleno, pero al parecer se optó por el censurable anquilosamiento de espacios. El asesoramiento o coordinación falló.

La ubicación y/o reubicación de los stands, además de los actos culturales paralelos, fueron contaminados por las “bandas sonoras”, que invadían la relación entre expositor-visitante. Primero, con los anuncios estridentes de los voceadores de venta de pasajes que pululaban permanentemente en medio de los expositores. Estos portavoces del transporte, demostraron abierta resistencia a ser influenciados por el evento cultural. 

Segundo, un ambiente inapropiadamente habilitado para un salón, y programado para presentaciones de libros y otros, se la estableció en un pasillo, es decir, en el área de influencia directa de un ascensor. En ese sitio, y dada su específica función de ese servicio; unos visitantes se embarcaban, otros descendían y los demás fluían cruzando por medio de la realización del acto. 

La fijación de ese pasillo que funcionó como “salón”, le hizo acreedor a una invasión de sonidos procedentes de los otros espacios, en los que se ofrecían conciertos o simplemente ensayaban los músicos, condiciones que alteraban o mantenían en ascuas a los que sí se constituyeron en una audiencia. Al final, los comentarios evaluativos de los asistentes a ese “salón”, optaron en calificar de fiasco. El asesoramiento o coordinación falló.

La ausencia de un espacio de orientación o informaciones de la FILEA, se hizo manifiesta. El funcionamiento de esa instancia, hubiese contribuido a un mejor aprovechamiento de la oferta ferial, y la eventual confusión se apoderó de los visitantes. El asesoramiento o coordinación falló.

Al final, los miembros y directivos de la Cámara Departamental de Libro de La Paz, con seguridad se convencieron plenamente que la Ciudad de La Paz y la Ciudad de El Alto, son diferentes. Asimismo, ellos deben admitir y con valentía que, el asesoramiento o coordinación falló. Probablemente, porque sus interlocutores o sus contrapartes, no eran los más indicados.

En las siguientes experiencias, es de esperar que los propósitos y alcances de este evento cultural, se trate con los reales protagonistas del mundo bibliográfico y cultural de esta ciudad. Por el comportamiento precedente de la Cámara, se presume que sus emisarios, se aproximaron a los apasionados por la burocracia, y a personas que no siempre están consustanciados con el particular contexto cultural alteño.

 Por: Johnny Fernández Rojas (Periodista y gestor cultural)