En la mañana del 17 de julio de 1980, el golpe de Estado contra la presidenta Lidia Gueiller Tejada era un hecho. Se planificó desde hace meses por la cúpula militar, que contó con la ayuda financiera del narcotráfico.

El movimiento armado comenzó en el oriente del país. Trinidad estaba ocupada por tropas militares, y en Santa Cruz y Cochabamba se reportaban movimientos de las diversas guarniciones. El alzamiento estaba comandado por el general Luis García Meza y el coronel Luis Arce Gómez.

Mientras los militares se desplegaban, muy temprano Marcelo Quiroga Santa Cruz, que había obtenido el cuarto lugar en las elecciones presidenciales de junio de ese año con el Partido Socialista 1 (PS-1), llegó apresurado a la reunión de emergencia del Comité Nacional de Defensa de la Democracia (Conade), que se reunió en la sede de la Central Obrera Boliviana (COB).

Marcelo Quiroga Santa Cruz, exlíder y fundador del Partido Socialista 1 (PS-1).

Ahí estaban Wálter Vásquez Michel, Carlos Flores, Simón Reyes de la FSTMB, Óscar Sanjinés de la COB, el padre José Tumiri de la Asamblea de Derechos Humanos.

“Cuando se terminó la reunión, todos salieron al corredor. Yo era la primera vez que venía a la COB, como a La Paz. Entonces empezaron a oírse unos tiros, muchos. Nosotros nos tiramos al suelo y nos recogimos en otra pieza”, refiere un testigo presencial en una declaración que obtuvo el periódico español El País, publicado el 3 de agosto de 1980.

Atemorizado por las ráfagas, el padre Tumiri se levantó y pidió en nombre de la Iglesia que cesen los disparos, que nadie tenía armas y que todos se entregarían.

Bajando las gradas “aparecí al lado de Marcelo. Un militar le tocó el hombro y levantando su ametralladora pegó un tiro, después una ráfaga. Una de las balas de la ráfaga le pegó a Flores (Carlos)”, recuerda Wálter Vásquez Michel. 

Quiroga Santa Cruz no murió de inmediato. Los emisarios, vestidos con pantalón oscuro y camisa blanca, lo remataron en el piso y desaparecieron su cuerpo.

El historiador Alexis Pérez menciona que “el escritor, exministro y político, que entonces se perfilaba como uno de los líderes de la izquierda boliviana, fue víctima de la agresividad del golpe militar”.

La estrategia armada fue planificada siete meses antes, para evitar que Hernán Siles Zuazo asumiera la presidencia de la República, en agosto de 1980.

Roberto Suárez Gómez, el “Rey de la Cocaína”, participó de estas jornadas. Así lo confirma su esposa Ayda Levy en su libro El rey de la cocaína. Mi vida con Roberto Suárez Gómez y el nacimiento del primer narco Estado, publicado en diciembre de 2012.

Suárez se reunió con el Alto Mando Militar y los líderes de los “partidos de centro y de derecha”. El operativo requería “nada menos que la friolera de cinco millones de dólares americanos”, señala Levy en el escrito.

“La asonada militar fue una de las más sangrientas, la más cruel de la historia nacional y vinculada a la cocaína”, comenta Pérez, también docente universitario.

“Todo el poder del Estado, respaldado por tanques y metralletas, teme a un muerto”, había señalado la esposa de Quiroga Santa Cruz, Cristina Trigo, quien falleció el 30 de diciembre de 2014, sin saber dónde están los restos del exlíder del PS-1.

Jaime Alcocer, dirigente fundador del PS-1, recuerda de Quiroga Santa Cruz su lucha contra las dictaduras desde la literatura. Refiere el poema “La sangre no tiene nombre”, que la escribió bajo el pseudónimo de Pedro Salzar.

“La sangre no tiene nombre, La sangre se llama Juan. La sangre no tiene nombre porque es una incógnita mientras se le va opacando su vida social, se le va postergando las verdades, entonces el pueblo sigue como pueblo, sigue siendo Juan”, recuerda Alcocer en entrevista con el programa “Tejiendo Bolivia”, en julio de 2014.

Quiroga Santa Cruz nació en Cochabamba (1931), escritor por sobre todo, se graduó en Derecho, fue diputado y ministro de Minas y Petróleo (1969), cargo desde el que promovió la nacionalización de compañías extranjeras.

El 17 de octubre de 1969, el Gobierno de Alfredo Ovando, vía decreto, determinó la nacionalización de las concesiones petrolíferas entregadas a la estadounidense Gulf Oil en favor del Estado. 

Quiroga Santa Cruz, en una entrevista que le realizó Raúl Salmón de la Barra, director de Radio Nueva América, en junio de 1978, dijo que “cuando procedimos a la nacionalización del petróleo se levantaron críticas, muchas de ellas violentas. Se decía que era una medida imprudente que traería consecuencias económicas negativas a corto plazo”.

Sin embargo, “a partir de la nacionalización del petróleo, no solamente YPFB no necesita comprar petróleo a una empresa extranjera, sino que comienza a exportar una cantidad importante”, afirmó. (Cambio)

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