Se desarrolla dentro una vaina y varía de forma: redonda, ovalada o casi cuadrangular. Es la semilla o grano de tarwi, alimento de la familia de leguminosas, que mide entre 0,6 y 1 cm de diámetro y su color predominante es el blanco, pero existen el amarillo, gris, ocre, pardo o castaño.

Son las características externas principales del tarwi (denominación en quechua) y tauri (en aymara). Un producto que en Bolivia se consume en su estado natural, desgranado y en pequeñas bolsitas, por comerciantes que se asientan en las calles de las ciudades del altiplano del país.

Su sabor es agradable, pero difícil de asegurar si es dulce o salado. Para ser consumido se debe quitar, como si fuera haba, la capa delgada que cubre la semilla o grano.

En muchas escuelas o en las puertas de las universidades todavía es vendido como alimento alternativo para los estudiantes, ideal para pasar el tiempo en el recreo. Sus granos blancos o amarillos son atractivos a la vista de los que lo conocen, pero muchos pasan de largo cuando ven a alguna comerciante del producto.

De una vaina se pueden sacar entre dos y seis granos o semillas, la planta es de color verde con impresionante variedad de colores de sus flores, como el azul, morado, blanco y amarillo, que penden de sus hojas para atraer a los insectos polinizadores que emiten un aroma parecido al de la miel.

La explicación científica señala que la coloración de la flor varía desde su formación hasta la maduración y que por ello se origina su nombre científico, Mutabilis (que cambia). Los colores más comunes son distintos tonos de azul e incluso púrpura. Los menos frecuentes son el blanco, crema, rosado y amarillo; además, según el tipo de ramificación que presente la planta, puede tener hasta tres floraciones sucesivas.

Esta fabulosa leguminosa se revalora en el país debido a sus propiedades y beneficios para la salud, además de su importancia para la seguridad alimentaria, como la quinua y la soya, granos que actualmente son de exportación.

El tarwi, considerado como la soya andina

PROPIEDADES DEL TARWI SON SIMILARES A LA QUINUA Y SOYA

El tarwi tiene proteínas, grasas, hierro, calcio y fósforo. Su consumo se recomienda para los niños en la etapa de crecimiento y para mujeres embarazadas o las que están dando de lactar.

Sus propiedades fueron muy apreciadas por las culturas andinas desde tiempos prehispánicos. Era utilizado como alimento y como un excelente abono en la agricultura.

Según una descripción del agrónomo Mario Enríquez, la tabla de composición de alimentos para uso en América Latina reporta que el tarwi contiene 44,3% de proteína frente al 33,4% de la soya.

Asimismo, contiene lisina (aminoácido esencial en la absorción del calcio y la construcción del tejido muscular), metionina, triptófano, entre otros aminoácidos, pero también minerales y ácidos grasos no saturados, incluyendo el ácido linoleico (omega 6).

Posee un contenido bajo en carbohidratos en comparación con otras menestras, lo cual lo hace propicio para las personas con diabetes. Se puede emplear hasta en un 15% en la fabricación de pan, lo cual mejora considerablemente el valor proteico y calórico.

Sobre las áreas de cultivo en Bolivia, éstas se encuentran en el altiplano norte de La Paz y en los valles interandinos de Cochabamba, Chuquisaca y Potosí. Se estima que la extensión de cultivo llega a las 4.000 hectáreas (dato 2004).

El agrónomo sostiene que el alimento se desarrolla en suelos marginales, pero su aporte a la agronomía es valiosa debido a que preserva la fertilidad de los suelos mediante la fijación de nitrógeno. Su incorporación en la tierra como abono verde ha determinado incrementos en la producción de papa y cereales, mejorando la disponibilidad de materia orgánica, mayor retención de humedad y la estructura de los suelos.

LOS DERIVADOS DEL TARWI

Unas 25 personas, organizadas por el Programa de Biocultura del Ministerio de Medio Ambiente y Agua, exponen en ferias algunos de los derivados del tarwi, una de sus presentaciones exitosas se realizó el Día de la Madre Tierra, en la ciudad de La Paz.

Allí, sin descanso, Priscila Paxi Quispe vendía pan, leche, harina, alfajores, incluso insecticidas, todo elaborado con tarwi.

Priscila, junto a otras compañeras, llegó desde la comunidad Pasuja Achuata, del cantón Puerto Belén Pasuja, en la provincia Camacho del departamento de La Paz.

“Toda la comunidad produce, antes no lo valoramos, lo votábamos o le dábamos al chancho”, expresa la productora, pues en su comunidad, luego de una capacitación, se dieron cuenta de que el tarwi ayudaba a prevenir y curar enfermedades como la diabetes, artrosis, además de que su economía mejoró con la venta de los derivados.

Emocionada por la venta, Priscila explica que el producto se puede transformar en leche o yogur, pero también está presente en la sopa de maní. “En vez de maní se puede usar tarwi, también para hacer ají”, añade.

En su estand se observan la harina de tarwi, una variedad de panes, incluso insecticidas que ”pueden matar las tijeretas, las moscas, pero también sirven para fumigar las plantaciones de papa. Es muy fuerte”, asegura la productora.

“Nosotros apenas estamos empezando. Gracias a los ingenieros que han llegado (del Programa Biocultura) hemos aprendido muchas cosas sobre el tarwi”, manifiesta Priscila.

La semilla contiene un alto contenido proteínico, su aceite es de color claro, lo que lo hace aceptable para el uso doméstico. El contenido de fibra no es excesivo, pero se estima que puede constituir una fuente importante de minerales.

Algunas panificadoras incorporan un 15% de la harina de la leguminosa en la elaboración del pan, lo que eleva su valor calórico y nutritivo.

Asimismo, es usado como fuente energética en galletas, cereales y otros que son comercializados en panaderías y mercados.

SUS ORÍGENES DEL TARWI SON PREINCAICOS

Según documentos e investigaciones, los restos de semillas de tarwi fueron encontrados en tumbas de Nazca (100-500 años a.C.). Algunas pinturas estilizadas de esta planta están representadas en cerámicas tiwanakotas (500-1.000 años d.C.) de las regiones alto andinas.

Durante la época colonial, la primera referencia sobre el tarwi proviene del cura Valverde, quien en una carta al rey de España en 1539 sugiere que los impuestos se paguen con este grano.

Según Mc Bride (1943), en los Andes se pueden diferenciar 83 especies del género Lupinus, el tarwi se debe haber originado probablemente de una mutación espontánea de una o varias de estas especies.

Otros estudiosos suponen que el cultivo del grano del tarwi no ha logrado competir con otras leguminosas introducidas, como la haba y la arveja, lo que motivó la declinación de su cultivo.

En la época preincaica y especialmente en la de los incas era parte importante de la dieta vegetariana del imperio, pero también se consumía con carne y pescado seco en pequeñas cantidades. Proveía de abundante proteína a la población.

Se estima que los pobladores preincas domesticaron la planta hace más de 1.500 años debido a los rasgos de cerámica y tejidos que se encontraron con la figura de la leguminosa.

En aquella época preincaica, el tarwi servía para curar de los parásitos internos (el cocimiento de las semillas en ayunas), se la utilizaba para tratamientos de la caspa y la caída del cabello (cataplasmas de semillas molidas) y ayuda a combatir el estreñimiento, también se tomaban infusiones para los resfríos y fiebre.

PROYECCIONES

El tarwi y otros productos alimenticios tienen mercado seguro y demanda creciente en un contexto de crisis alimentaria. Bolivia puede aprovechar esta coyuntura y aumentar la producción de éste y otros alimentos, pero se requiere inversión y las condiciones propicias para su exportación, refieren en el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE).

Según datos del año 2008 de la Cámara Nacional de Exportadores de Bolivia, cerca de 3.300 dólares de tarwi se exportaron desde Bolivia a los mercados de Colombia (96%) y Estados Unidos (4%).

Según el IBCE, más de 50 productos alimenticios se exportan desde el año 2007 a mercados del mundo. La demanda es alta por tratarse de productos orgánicos y de alto valor nutritivo.

Según un informe publicado por el Global Harverst Initiative (GHI) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), América Latina y el Caribe, con el tarwi se puede alimentar a 9 mil millones de personas para el año 2050 si se implementan planes para reforzar la productividad agrícola. Para los representantes de la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO) y de la Asociación Nacional de Productores de Oleaginosas (Anapo), Bolivia reúne condiciones climáticas y topográficas para desarrollar una agricultura extensiva, ya sea en el oriente, en los valles o en occidente.

Bolivia cuenta con 30 millones de hectáreas de tierra cultivable distribuidas en las alturas, valles, yungas y oriente boliviano, de las cuales apenas 3,1 millones son usadas en la producción de más de 33 alimentos básicos de la canasta familiar, según estadísticas del IBCE. (Cambio)

Melina Valencia Achá • Revista 7Días

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